Los escritores Raul Gilberto Tróchez y Litza Quintana han expresado valiosísimos criterios con relación a la persona y la obra de Victoria Bcrtrand, conocida en el ambiente literario con su seudónimo de Alma Fiori. Hemos incluido estas muestras ensayísticas y de crítica exacta para conocer la atrayente personalidad de esta poeta hondureña que fuera bautizada como la "poeta errante", dado su espíritu aventurero y sana bohemia.
Elvia Castañeda de Machado (Litza Quintana), publicó en la revista Ideas No. 10, Año III, abril-mayo de 1973 el trabajo titulado Tránsito de Alma Fiari, del cual hemos extraído los párrafos que siguen:
“Siempre en nuestro espiritu, quedo como un halito de leyenda o de perdidas interrogantes, después de leer los versos exquisitos de Alma Fiori o de saber sobre sus andanzas por los desmesurados predios de Norteamérica, algo así como un deje de nostalgia por no haberla conocido personalmente.
Sus versos han dejado cada vez en nosotros, una dulzura nueva con la convicción de que fue una poetisa de inspiración permanente que no quiso que fluyera en todo su torrente desbordado. Eso nos hizo imaginarla dueña de una mirada con el color del paisaje tropical nocturno, silencios, acongojado por una gran soledad escudriñarte de las grande urbes distintas a nuestra idiosincracia
desconocida.
Y no sabíamos que nuestra Alma Fiori (esa Victoria Bertrand surgida de las pampa olanchana),
Hubiera sido dueña de unos imponentes y escrutadores ojos verdes, tan verdes como nuestro pinos eclosionados de sol, como nuestros valles de expectante clorofila como el corazón rebosante de esperanzas que se vuelca todas en una insatisfecha realización ... Lo supimos en el Archivo Nacional de Honduras, cuando don Julio Rodríguez Ayestas puso en nuestras manos uno de los números más interesante publicación periodística de García Monge, Repertorio Americano, editada en San
José de Costa Rica el 15 de diciembre de 1952, en la que e1 gran escritor americano Alberto Ramhao hace un homenaje de admiración y cariño profundo a la hondureña errante. En esta publicación aparece una fotografía, muy buen lograda de Victoria Bertrand, donde resalta, además de su exótica belleza física, una especie de aureola con que baña las noches de verano, una estrella fugaz.
Nos dice Rambao que ella “dio el lujo de morir en México para andar en ello a la vera de Sor Juana. La poetisa que fue entre ánades Alma Fiore, autora de Nómada y Canciones del camino y de otro libro de poesías recopiladas que estaba preparando en México cuando la madrina negra le tocó el hombro”.
Toyita Bertrand era la hija mayor del presidente Bertrand. Estudio muy joven en un colegio de religiosas en Nueva Orleans y más tarde se traslado a Nueva York, donde fue secretaria del escritor Rambao, de cuya sabiduría obtuvo el entusiasmo grande por el quehacer periodístico y aún por el propiamente literario.
Muy pronto ya estaba Victoria como redactora de varias revistasen español y en ingles; en su calidad de reportera voló de país en país para plasmar los diálogos con altos personajes de la política y las letras. Don Alberto, mientras tanto, la animaba para que no descuidara su oficio de poeta y llegara hasta la cumbre en una “postrera eclosión de su lirismo”
Un detalle que resalta Rambao en su homenaje intitulado “Transito de Alma Fiori”, es la “unción estética” en que se escudó, ocultándolo, la Alma Fiori que deambulo en el apostolado literario: por un lado, el nunca olvido de la disciplina mística adquirida en su recogimiento con la monja de Louisiana y por otro, el desemboque en el mística oriental de Krishnamurti, enraizada en su espíritu a la sombra de alguna teosofía, volcada en su gran lealtad por la patria y los amigos por ese verdor reminiscente de su lejana Honduras y en una serenidad muy firme en los alcances felices de cada quehacer cotidiano. Con todo ello, su lira hizo brotar mas bien el constante erotismo adolorido o un panteísmo occidental helenico” que alguna ocasión movió a la crítica.
(..) Alma Fiori vivió como nómada y por eso quizás, nunca quiso decir el adiós definitivo. Manifestó un interminable anhelo de fluir, siempre puro, permanente, pleno de exquisiteces ancestrales en una intención momentánea que acusaba minuto a minuto un decisivo afán de “vivir”. Y vivió plenamente. En las latitudes de las letras existió y existe con el afán de un arte dignificado a quien no le pone fronteras el mundo y tal vez ni siquiera el más allá………
Nosotros sólo citamos, un tanto tímidamente, el impacto que nos produce la Alma nómada en cada uno de sus versos, cuya intención nos habla de dejar un ejemplo perenne a la femenina posteridad. Una propia e inquedrantable voluntad la hizo exclamar, queriendo ser:
“Admirada, deseada y luego irme
Como la primavera, siempre bella y fugaz,
Todo aroma y ensueño, toda luz y armonía
Dejando algún recuerdo, perfume de poesía…….
Seguir, seguir, andando y llegar jamás….”
Raúl Gilberto Tróchez ensancha nuestro conocimiento sobre Alma Fiori y un hermoso epígrafe encabeza sus delicados pensamientos acerca de esta dama de la poesía hondureña y nos los expresa así:
“Victoria Bertrand: todavía hay perfume en tu recuerdo”
“Entre las mujeres que en el pasado demostraron su lucha y su talento, como profesionales y como poseedoras de una gran sensibilidad, que les permitió sobresalir en las ciencias, en las artes y en las letras, tenesmo a la bien recordada poeta olanchana Victoria Bertrand, la culta compatriota que empezó a hilvanar sus inquietudes líricas a principio del siglo que agoniza, desarrollando una labor meritoria y vasta, colocándose en las páginas más hermosas de la historia de las letras nacionales.
Victoria encontró la fuente de su inspiración en la naturaleza del suelo hondureño, disfrutando del murmullo de la fuente, de la bendita paz del bosque agreste, del susurro del pinar, del saludo del viento matinal y del canto del pájaro campero y soñador. Descansó bajo la sombra amiga del ramaje protector: pensó, soñó, deliró….Se olvidó por instantes del pasado y del presente, sin avizorar el futuro; vivió imbuida en la ilusión…… ¿lo demás? No le importo.
En su poema En el pilar, Victoria Bertrand en los versos alejandrinos había aprendido a encerrar su desbordante inspiración dentro de los catorce versos del soneto clásico, fiel a la tradición literaria de su tiempo, siguiendo los cañones d las preceptiva del momento. Victoria era maestra en el arte de bordar sutiles filigrams en dos tercetos. Sus sonetos tienen belleza suma, talento en el fondo, sorpresa y cabal solución en el toque fina l(véase Todavía) (…) parece que Victoria Betrand, fue posesiva en el amor, supo querer y tal vez corresponder. Nada sabemos de su vida amorosa, pero sius versos la delatan como orgullosa. Ell misma lo dice en su poema Orgullosa: en él termina declarando que “jura, que, al revés de otras mujeres, como supo querer, sabrá olvidar”. (Publicado en la Tribuna, 2 de julio, 1994)
Pineda de Gálvez, Ada Luz. (1998)
Luna Mejía, M. (1960)
Argueta, Mario. (1993)
Argueta, M. (1998/2004)
Compilador: Martinez, R. (2010) Diciembre Apreciación Literaria UNITEC, Honduras escritoravictoriabertrand.blogger.com